"Te tengo que contar algo, esta madrugada Rodrigo tuvo un 
accidente y murió", me dijo mi mamá el sábado 24 de junio del 
2000 apenas me levanté. Rompí en llanto. No podía creer lo
que escuchaba. A los quince años tenía la fortuna de no haber
conocido sobre la muerte. Aquella  tarde no fue mucho mejor,
caras tristes y silencio en mi grupo de amigas, mientras miles
e personas se acercaban a la municipalidad de Lanús a
despedir a El Potro Rodrigo Bueno. Llovió todo el día. Seguro
no fue casualidad que el cielo estuviera gris.
Divertido, espontáneo, caradura, lindo, talentoso, loco, 
muy él… traspasaba la pantalla, cosa que muy pocos logran.
Por eso aquel sábado no sólo se fue un artista, sino que nació
una leyenda. 17 años después se extrañan sus ocurrencias, 
pero no su música, que sigue sonando en boliches, fiestas
y en los teléfonos de la gente (pensar que lo escuchábamos
en casette).

Nació el 24 de mayo de 1973 y desde niño mamó la pasión
por la música, ya que su papá, Pichín, era un reconocido
productor. "De chico soñaba con estar dentro de esa ropa
de colores, no sabía que era tan difícil estar ahí, así que
fueron años de sacrificio, dejé la escuela en séptimo 
grado", contó en una entrevista en el Canal de la Música.
27 años de edad, pero más de media vida de 
carrera..

"Sentado, fumando en un bar y pensando, escribo, mirando
tus fotos y extraño, tu cuerpo, tu cuarto, tus cosas, tus 
cartas, que ya no son míos, siento frío", escribió Rodrigo,
La foto de tu cuerpo con solo catorce años. El disco homó-
nimo fue el que lo inició de manera profesional en la música.
Su siguiente trabajo, y el que le abrió las puertas de Buenos
Aires fue Aprendiendo a vivir.
Luego siguieron los discos Muy bueno, Made in Argentina, 
Completamente enamorados y Sabroso, hasta que en 1996
lanzó Lo mejor del amor, trabajo que representó un quiebre
en su carrera, ya que de ahí en más, se dedicó al cuarteto.
La leyenda continúa, Cuartetando y El Potro fueron los
siguientes, que lo instalaron definitivamente en el corazón
de los argentinos. Alcanzó su éxito máximo con Rodrigo a 
2000.
Un huracán de pelo colorido apodado "Potro".
Desde 1998 hasta su muerte Voló, voló, Ocho Cuarenta, 
Yerba mala, Soy Cordobés, entre otras canciones, sonaban
en todos los boliches y fiestas. Lo bailaban hombres y
mujeres,  grandes, adolescentes y chicos; sus temas se
pasaban en bailantas y en boliches top.
"Si pasaba por el canal, entraba y venía al programa, 
entonces automáticamente el rating subía", contó alguna
vez Carmen Barbieri, amiga del cantante, siempre bienvenido
a su ciclo Movete. Es que no había nadie quien no lo quisiera.
Dueño de una personalidad única, el cordobés de 
ojos verdes se hacía sentir a donde fuera. Es que
era el hombre que todas las mujeres soñaban, el yerno
con el que todas las madres querían ver a sus hijas y el
amigo que a los hombres les gustaría tener en su grupo.

Sus apariciones televisivas incluían reportajes, canciones
realizadas especialmente para algún programa (hizo la
cortina del humorístico de América Chabonas), participa-
ciones en sketchs y cámaras ocultas.
Su partida fue sin dudas prematura. Sólo tenía 27 años
cuando la camioneta que manejaba perdió el control y 
chocó, ocasionando su muerte y la de Fernando Olmedo.
Su ex mujer y su hijo, Ramiro (de tres años en aquel entonces),
resultaron ilesos.
Su mejor legado (además de su hijo), es su música, que sigue
vigente para alegría de quienes la escuchan y la sienten.
Porque oír sus canciones es recordarlo, es pensar en sus
ocurrencias, es reírse con sus colores de pelo y es bailar a
su ritmo, al ritmo del cuarteto cordobés que él presentó a
todo el país.